martes

El aborto de Zapatero

Un sacerdote de hoy acude a manifestaciones. Yo soy un sacerdote de hoy, y yo me manifiesto. Hoy lo he hecho por la defensa del derecho a la vida, la más bella de las defensas que se pueden llevar a cabo. Es tan bella que resulta sorprendente que sea una defensa a reivindicar. Pero lo es, al menos en la España de la era Zapatero. Miles de españoles, probablemente millones, salimos ayer a la calle para decirle al gobierno que basta ya, que con la vida no se juega y que su ley del aborto es una ley de exterminio organizado.

No seamos fariseos. Una tragedia, como puede ser la violación de una mujer, no puede ser seguida de otra tragedia aún mayor, como sería el sacrificio de un inocente víctima de dicha relación. No seamos fariseos, una tragedia como podría ser una minusvalía no puede ser seguida por otra tragedia aún mayor, como sería el exterminio del minusválido. El mundo de hoy tiene los suficientes recursos como para ayudar a la mujer violada y al niño minusválido sin la necesidad de recurrir a, como dirían los nazis, "la solución final".

Si yo fuera el padre del actual presidente del gobierno, probablemente habría deseado abortar su nacimiento, dado que evidentemente el señor Zapatero es un hombre con taras mentales mucho más graves que cualquier tara física, pero si yo fuera el padre del presidente del gobierno habría cerrado los puños, apretado los dientes, y habría hecho frente a la situación, tirando adelante, con la ayuda de Dios. Esa debe ser la actitud del buen cristiano, apretar los dientes, aferrarse a Dios, y apechugar con lo que el altísimo nos manda.

¡Viva la vida!

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